Por: Alejandro Urueña
Ética e Inteligencia Artificial (IA) - Founder & CEO Clever Hans Diseño de Arquitectura y Soluciones en Inteligencia Artificial. Magister en Inteligencia Artificial.
Por María S. Taboada
Lingüista y Mg. en Psicología Social. Prof. de Lingüística General I y Política y Planificación Lingüísticas de la Fac. de Filosofía y Letras de la UNT.
Sólo por un momento piensen a Lionel Messi tratando de dirigir la táctica de una gran final desde el sofá de su casa, sin tener equipo, sin haber pisado el césped en años y sin siquiera ser el dueño del balón. En el universo tecnológico, Europa se comporta como ese ídolo retirado: intenta dictar cómo se debe jugar el partido de la Inteligencia Artificial (IA) a pesar de ser un actor cada vez más secundario en la cancha. Este afán por “regular el mundo” mediante el famoso efecto Bruselas está chocando (según algunos críticos) con una realidad donde el bloque ya no tiene el control del juego.
El ambicioso AI Act es el ejemplo más claro de cómo la Unión Europea intenta exportar sus valores a una tecnología que apenas genera en su propio territorio. Los expertos advierten que Bruselas está aplicando una mentalidad de la “era de internet” a un campo extremadamente veloz y volátil como la IA y la computación cuántica. Resulta casi imposible para una sola jurisdicción ponerle un bloqueo legal o un “cerrojo” a un estándar global cuando la tecnología evoluciona mucho más rápido que el papeleo burocrático.
Imponer reglas
La fuerza para imponer reglas siempre ha dependido del tamaño de la billetera, pero la de Europa se está encogiendo drásticamente. En 1980, el bloque representaba más del 27% de la riqueza mundial, pero se estima que para 2050 esa cifra caerá a un escaso 9%. Con una participación de mercado en declive, las potencias extranjeras ya no ven las normas europeas como un estándar de oro, sino como un obstáculo que resta agilidad en un mundo que no espera a nadie.
Incluso los antiguos aliados, que antes corrían a copiar las leyes de Bruselas para facilitar el comercio, ahora prefieren la prudencia. Países como Israel, que antes adaptaban todas sus normas para estar en sintonía con la UE, hoy optan por una postura de “esperar y ver” ante las nuevas reglas de IA. Existe un temor fundado a que este exceso de fervor regulatorio termine por asfixiar la innovación tecnológica antes de que esta pueda siquiera desarrollarse plenamente.
El tono ha cambiado profundamente en los pasillos de Bruselas, pasando de una ambición desmedida a una búsqueda de supervivencia. Durante el primer mandato de Ursula von der Leyen se generó una montaña de regulaciones, pero hoy la prioridad ha girado hacia la “simplificación” y la inversión en defensa. El propio motor de creación de normas que Europa exportaba al mundo definitivamente “no está en buena forma” para las carreras tecnológicas actuales.
Intentar controlar la inteligencia artificial desde un escritorio en Bruselas es como “diseñar una jaula de oro para un pájaro que aún no ha nacido y que, para colmo, es propiedad del vecino”. Europa se esmera tanto en que los barrotes sean éticamente perfectos y pulidos que olvida que, sin el pájaro dentro, la jaula es solo un adorno costoso mientras la competencia vuela libre en otros cielos.
Europa se encuentra en un momento bisagra donde debe decidir si sigue liderando sola con reglas complejas o si empieza a construir coaliciones reales. Aunque hay éxitos aislados en áreas como los impuestos al carbono, el sueño de “gobernar el mundo” con leyes se enfrenta a una crisis de relevancia. Si el bloque no logra equilibrar su deseo de control con una inversión real en ciencia, sus reglamentos serán impecables, pero se aplicarán en un estadio totalmente vacío.
Desde la perspectiva del filósofo Éric Sadin, este intento de regulación no es más que una “ficción” que falla en lo esencial, pues el AI Act ignora las verdaderas rupturas civilizatorias como la automatización de los asuntos humanos y la pérdida de nuestras facultades fundamentales. Sadin sostiene que Bruselas actúa bajo la ilusión de un “poder mágico” legislativo, pero en realidad, las leyes presentadas como benéficas a menudo solo sostienen dinámicas perniciosas y prácticas de lobby que velan por la primacía económica.
Fuentes:
Foster, P. y Moens, B. (2025). “¿Quién mató el sueño del mercado único de Europa? Cómo el ‘efecto Bruselas’ se volvió en contra”.
Financial Times. Sadin, É. (2024). “Inteligencia Artificial: la gran ilusión de la regulación”. ABC.